Pandemia, crisis y lecciones aprendidas
Toda crisis puede convertirse en una oportunidad para que de lo negativo salga algo bueno y de lo malo, algo positivo. El año 2020 fue uno de los peores para casi todas las economías del mundo, y la nuestra no fue la excepción. Los problemas provocados por la virtual paralización del planeta afectaron duramente al comercio exterior boliviano, pero en medio de la crisis, un sector mostró su importancia estratégica: el agropecuario.
Un informe del INE dio cuenta que el intercambio comercial de Bolivia con el mundo a noviembre del 2020 registró un déficit de 64 millones de dólares debido a la caída del valor exportado en 1.972 millones de dólares (-24%), desbalance que ciertamente pudo ser mayor si es que las importaciones no se hubieran derrumbado en 2.509 millones de dólares (-29%) comparativamente a igual lapso del 2019.
Las Exportaciones Tradicionales fueron las que más sufrieron con una caída del 31% en valor (los hidrocarburos bajaron 744 millones y los minerales, 1.240 millones) y un 6% en volumen, mostrando lo peligroso de ser dependientes de unos pocos productos y unos cuantos mercados, peor aún, tratándose de recursos extractivos no renovables sin valor agregado. Esta debería ser la primera lección aprendida.
Las Exportaciones No Tradicionales basadas en recursos renovables subieron 17 millones de dólares (+1%) pese a que su volumen cayó 8%. A partir del buen desempeño del sector agropecuario y agroindustrial, las agroexportaciones tuvieron un buen desempeño porque -pese a la crisis- el mundo no podía dejar de comer.
Esto es tan así, que entre los principales bienes no tradicionales exportados destacaron por su crecimiento: soya y derivados; girasol y derivados; quinua, carne bovina, azúcar, bananas, leche, frejol, palmito, café y cacao, habiendo crecido casi todos en valor y volumen. El resultado a noviembre fue, una balanza comercial agropecuaria superavitaria por 100 millones de dólares. Esta debería ser la segunda lección aprendida.
Pero ahora viene lo mejor: dentro de las Exportaciones No Tradicionales brilla con luz propia, la carne de res por su crecimiento exponencial, rompiendo sus propios récords.
¿Hubiera valido de algo que el sector ganadero invirtiera en tierras, pasturas y potreros; en vientres para reproducción; que trabajara en mejoramiento genético, construyera frigoríficos y estableciera una cadena de frío, sin tener mercados para exportar sus excedentes? De otra parte ¿de qué hubiera servido que el gobierno abriera mercados externos y negociara sendos protocolos sanitarios, sin que haya oferta exportable?
El trabajo mancomunado público-privado de varios años dio fruto en el 2020 cuando, en medio de una de las crisis más profundas de la historia, la carne boliviana salió a conquistar el mercado chino. Ésta debería ser la tercera lección bien aprendida.
De cara a la reactivación de la economía, con una masiva inversión privada que genere cientos de miles de empleos dignos y sostenibles; que garantice el abastecimiento interno con producción nacional y genere voluminosos excedentes para exportar, un trabajo público-privado podría llevar a que el PIB de Bolivia crezca al 5%, al 6% o más, como lo hizo durante el boom económico.
Frente al rebrote de la pandemia y la nueva normalidad, la tabla de salvación para Bolivia será la agroexportación y la sustitución de importaciones con productos del agro, siempre y cuando el Estado garantice las condiciones para ello. De no ser así, no habremos aprendido la lección, lamentablemente…