Marco Vila “Llevo el arte de hacer el show de teppanyaki en el corazón”
Sin dejar de sonreír y con una precisión milimétrica, el chef corta y rebana los alimentos, hace malabares con los utensilios y lanza la comida por los aires mientras la plancha de acero que separa al comensal del hábil cocinero acompaña el espectáculo con el chirrear de los ingredientes que se cocinan al calor del fuego. No es necesario que te lo cuenten porque todo ocurre frente a tus ojos. Se trata del teppanyaki, una de las técnicas más reconocidas y vistosas de la cocina japonesa.
La espectacularidad de este platillo se equipara con la sencillez, los sabores naturales y el refinamiento del sushi, otro embajador de la gastronomía japonesa que rescata las tradiciones milenarias y las convierte en un arte culinario. Y encontrar en un solo restaurante estos platillos especiales no es poca cosa.
El espíritu emprendedor de Marco Vila, un joven chef paceño lo llevó a convertirse en uno de los pocos maestros de teppanyaki en la ciudad y a tomar valientes decisiones como volver al país, formar su propio negocio para afincar el concepto del show de la cocina en vivo en el barrio de Sopocachi, apostar por los más altos estándares de atención al cliente desde el día cero y durante la pandemia, y a reinventar la receta de su emprendimiento en los períodos de crisis con el fin de mantener vivo el sueño de ser su propio jefe.
“No somos producto de las circunstancias, somos producto de nuestras decisiones”, decía Steven Covey el gurú de los negocios que convirtió sus obras en lectura obligada para los emprendedores exitosos en todo el mundo. Y Marco siguió el consejo a pie juntillas.
Un chef internacional
“Llevo el arte de hacer el show de teppanyaki en el corazón”, dice Marco que dedicó 12 de sus 28 años a este arte culinario. “Comencé en un famoso restaurante de la zona sur de La Paz, después me fui a Santa Cruz y ahí, un cliente me llevó a Colombia para abrir un restaurante que ofrezca el espectáculo y ser parte de su equipo. De Colombia fui a Perú a trabajar en otro restaurante cinco estrellas”.
En 2018 con la maleta llena de conocimientos y nuevas y enriquecedoras experiencias, Marco regresó al país con la idea mostrar sus habilidades en un restaurante ya establecido. Sin embargo, el deseo de expresar su creatividad culinaria lo llevó a madurar la idea de convertirse en su propio jefe y definir el propio menú de su vida.
Mientras la idea daba vueltas en su cabeza, llegó la noticia de que la familia crecería y que iba a ser papá. Era el impulso que necesitaba para tomar la decisión.
“Ahora es cuando, me dije. Tenía las ideas, el equipo y el personal y me pregunté: ¿quiero ser un papá que trabaje con horarios o uno que disponga de tiempo para la familia?”. La respuesta tomó el nombre de Inari cocina show, el emprendimiento de cocina especializada en teppanyaki y sushi, dos emblemas de la comida japonesa. El restaurante abrió sus puertas en la Avenida Sanchez Lima, a un tiro de piedra de la plaza Abaroa.
En la cultura japonesa, Inari es la deidad en forma de zorro equivalente al ekeko paceño; es el dios de abundancia, el arroz, la fertilidad, la industria, los zorros y todo lo relacionado con el éxito.
La receta del éxito
Como es normal, los primeros comensales fueron los parientes y los amigos. Pero de a poco, el espectáculo comenzó a atraer a los vecinos y a la gente que trabajaba por los alrededores; todos se enamoraban de la comida.
“Comenzaron a visitarnos gerente de banco, diputados, artistas, influencers, presentadores de tv y otro tipo de clientes; era un éxito”, recuerda.
En la línea de las decisiones trascendentales, Marco y su equipo sorprendió con sus noches de “all you can eat of sushi”. El rodizzio de los tradicionales enrollados nipones fue un hit. No había espacio para un palillo y hasta se formaron filas de gente que esperaba su turno por una mesa o un lugar al lado de la plancha.
Los magos del marketing contemporáneo afirman que las marcas poderosas no venden productos ni servicios, construyen experiencias para sus clientes. Y ese es el ingrediente secreto en la receta de Marco.
En Inari cocina show, explica, todos nuestros clientes son Premium. “La atención tiene que ser de primer nivel. Por eso los meseros tienen que desvivirse por las personas que atienden, que se sientan bien en todo momento por más que el restaurante esté lleno”.
Los conflictos de octubre y noviembre fueron como un balde de agua fría para el boyante negocio. “No había productos, la gente salía con miedo y para colmo, el restaurante estaba a unos pasos del Órgano Electoral, el epicentro de la protesta ciudadana en contra del fraude electoral”.
La musa
Tras la tormenta llegó la calma… y la bautizaron como Antonela. El vínculo que se formó entre la recién nacida y el padre emprendedor trascendió la familia y se extendió al equipo.
Las fiestas de fin de año fueron un bálsamo que le devolvió al negocio la vitalidad para arrancar el nuevo año. Pero el impulso duró solo unas semanas. La pandemia por coronavirus frenó en seco todos los planes. Y en medio de la adversidad, volvió a emerger el espíritu emprendedor del joven chef.
“Estos momentos serán recordados por las decisiones que tomes o dejes de tomar. Teníamos mucha fe. Había mucha incertidumbre sobre el futuro pero también la certeza de que nuestro producto no tenía competencia en calidad y la experiencia que le brindábamos al comensal”, afirma Marco.
En mayo, la flexibilización de la cuarentena le animó; el chef se convirtió en el “one man show” y se echó el emprendimiento al hombro. Hacía las compras, cocinaba, limpiaba, lavaba los utensilios, empaquetaba, gestionaba la página de facebook y con la ayuda de su esposa Gabriela Valenzuela y la familia, repartía los pedidos.
La gente respondió como siempre. Los pedidos no paraban de llegar. Y la esencia de Inari pasó la prueba: el distanciamiento social no evitó que todos los clientes siguieran recibiendo la atención Premium.
Y nuevamente llegó el tiempo de tomar decisiones. Con el dolor del alma, la pareja decidió dejar el local en Sopocachi y se trasladó a otro barrio más alejado para mantener vivo el sueño. Reinventaron el negocio, incorporaron el delivery y promociones, se consolidó la imagen del restaurante, se utilizó envases ecológicos y convirtieron la nutrición en un aliado del emprendimiento.
Hoy, Marco y su esposa Gabriela ven el futuro con optimismo, sin límites. El show de la comida en vivo volverá pero en eventos privados y con todas las medidas de bioseguridad; y cuando se pueda, Inari cocina show reabrirá sus puertas para deleite de sus comensales.
“El mundo necesita emprendedores, nuevas ideas. A veces hay momentos duros pero hay que apoyarse en la familia y atreverse a soñar en grande”, afirma Marco.