Las buenas señales cuentan para el éxito de un Gobierno
Un nuevo gobierno se avizora y se espera que lo haga bien, de lo contrario, a Bolivia le irá mal. El sabio Salomón dijo que lo mejor de un negocio no es cómo empieza, sino, cómo va a terminar ese negocio. Digo esto, porque un nuevo capítulo de la historia económica se empezará a escribir en breve -ojalá- sin los errores del pasado; evitando cometer los tropezones de otros países; e imitando los aciertos de quienes triunfan sosteniblemente en su lucha contra la pobreza.
Tomando en cuenta la gravitación de las percepciones de los agentes económicos para la efectividad de las políticas públicas, urgen las mejores “señales” por parte del nuevo gobierno hacia: los micro, pequeños, medianos y grandes empresarios, al ser los principales generadores de empleo; a los trabajadores, para que sus aspiraciones salariales sean racionales; a la Inversión Extranjera Directa, para que retorne al país; a los países amigos, para recibir cooperación de ellos; y, a los ciudadanos, para que apoyen a la producción nacional en vez de seguir comprando de contrabando.
¿Qué tipo de señales está esperando el país y quiénes quieren invertir en él? Aquí, algunas de ellas:
Paz social: Esta es una condición mínima e indispensable; la gente no quiere vivir en zozobra, desea trabajar y progresar; tener confianza en un mejor futuro; ansía estabilidad y no vivir “con el Jesús en la boca”; quiere planificar su vida.
Institucionalidad: Una sociedad civilizada debe velar por las leyes y las normas para la pacífica convivencia, con entidades que las cumplan y las hagan cumplir.
Seguridad jurídica: Debe haber previsibilidad, tanto para los ciudadanos como para las empresas. Así como a nadie le gustaría que de la noche a la mañana le confisquen su casa, igual debe haber garantías para los inversionistas, lo que significa no cambiar las reglas de juego unilateralmente, una y otra vez.
Justicia: Despolitizar el Órgano Judicial, a fin de que no haya injerencia alguna a la hora que los tribunos hagan su trabajo, quienes deberían ser intachables.
Meritocracia: La improvisación y el prebendalismo llevan a la corrupción; recurrir a personas honestas y a los mejores en cada área, sería altamente recomendable.
Pragmatismo: Habiendo necesidades urgentes, no es necesario “reinventar la pólvora”, sino ver lo que otros países han hecho bien, para imitar y mejorar.
Apertura y empatía: Ser prontos para oír y tardos para hablar, establecer una relación de mutua confianza con el empresariado, forjar puentes de diálogo y no desdeñar la cooperación y los acuerdos internacionales, que tanta falta hacen.
Estado y mercado: El economista Alfred Müller Armack acuñó la frase “Tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”; las medidas Keynesianas están bien para revertir la recesión y evitar una crisis mayor a corto plazo; pero la intervención del Estado fijando precios, obligando aumentos salariales, prohibiendo exportaciones, etc., termina perjudicando al empleo que genera el empresariado en el sector formal.
Gestión técnica: Un sólido equipo económico, con profesionales solventes técnicamente, pero además que sean creíbles, eliminaría todo sesgo ideológico.
Reformas estructurales: Bajar los impuestos, los costos laborales, sociales y la insufrible tramitología, para ampliar el universo de contribuyentes y formalizarlos, para que prime la competencia legal y leal; que las entidades recaudadoras del Estado sean amigables y que retorne el principio de la “buena fe”.
Incentivos: Para reactivar los sectores estratégicos como hidrocarburos y minería, pero también al emprendedurismo; apoyar a sectores generadores de alto empleo como el agro, industria, construcción, turismo, servicios, etc.
Tecnología: Promover la investigación e innovación, la productividad y la competitividad, con base en la ciencia, sin miedos y temores (v.gr. biotecnología, biocombustibles).
Estabilidad: Si no se quiere devaluar la moneda y provocar inflación y dar al traste con la “bolivianización” y desestabilizar la economía, no queda otra que combinar una política de promoción selectiva de exportaciones (captar dólares) con una política de sustitución competitiva de importaciones (ahorrar dólares), para generar un superávit comercial y las Reservas Internacionales Netas suban.
Con buena voluntad y una sinergia público-privada basada en estas buenas señales, la población tendría acceso a una mejor salud, una adecuada educación y oportunidades dignas y sostenibles de trabajo, con eso…¡pare de contar!