Emprender sin dirección clara: La importancia de establecer un rumbo definido
Todos los caminos pueden conducir a Roma, pero ¿qué sucede si ese no era nuestro destino? Emprender a menudo surge de una necesidad económica, y una vez que se cumple ese objetivo, el negocio puede carecer de un rumbo claro.
El éxito empresarial no se mide solo por las ganancias mensuales, ya que cada emprendedor tiene metas diferentes. Jouss Carbajal, autora de “Quita el modo avión”, ofrece consejos sobre cómo comenzar un emprendimiento de manera adecuada y evitar perderse en el proceso.
La creatividad es crucial al definir el rumbo del negocio. Si no sabes por dónde empezar, Carbajal sugiere escribir la idea de la marca en el centro de una hoja y luego anotar ideas o palabras relacionadas alrededor.
A continuación, es importante redactar la visión del negocio, que debe describir el destino al que se quiere llegar.
Por otro lado, la misión se enfoca en cómo alcanzar esa visión, detallando el plan y el método para lograrlo.
Los objetivos también son esenciales para mantener el enfoque en la visión del negocio. Pueden ser definidos en papel o mediante herramientas digitales, pero la creatividad sigue siendo clave. Es recomendable segmentar los objetivos por áreas, como marketing, ventas o financiamiento. “A partir de estas áreas, podemos desarrollar diferentes aspectos, desde tecnología e innovación hasta cómo cumplir el gran objetivo y misión”.
Es importante establecer objetivos realistas para evitar la desmotivación que puede surgir al no alcanzar metas poco realistas, muchas veces impulsadas por la emoción del emprendedor.
Además, los valores son fundamentales para cualquier negocio, ya que constituyen una parte crucial de su identidad. Los valores ayudan a atraer al cliente ideal, que se sentirá identificado con ellos, y también contribuyen a atraer talento. Carbajal sugiere listar hasta diez valores que reflejen la identidad del negocio, ya que la honestidad y la ética, por ejemplo, pueden marcar una diferencia significativa frente a la competencia.
Fuente: El Economista