SAPIENSIA Y EXPERIENCIA

Cuando el Covid-19 toca a tu puerta…

Por: Gary Antonio Rodríguez Álvarez (*)

Cuánto dolor está causando el coronavirus (Covid-19) por el contagio y las muertes que aumentan cada día. El virus no respeta a nadie, provocando trágicos sucesos en amigos, vecinos, colegas de trabajo, etc. Un manto de luto cubre a todo Bolivia.

Mucha gente mendiga por las calles y avenidas, o va de casa en casa clamando por “una comidita o una monedita”, al no poder generar recursos por sus propios medios a consecuencia de la cuarentena que dura más de tres meses ya. Frente a ello, la valorable solidaridad de las ollas comunes y el voluntariado ciudadano para tratar de mitigar en algo el impacto.

Duele ver el dolor ajeno, pero…¿qué pasa cuando el Covid-19 toca a tu puerta? Todo cambia, de pronto, y ese dolor genuino, aunque distante, pasa a convertirse en parte de tu propia vida en un santiamén.

Una vorágine incontrolable de acontecimientos se produce: deterioro de la salud; urgente consulta médica; test anticovid; pruebas de sangre y pulmones en laboratorio; confirmado el pronóstico, hay que atenderse en casa pues el sistema de salud ha colapsado: compra de medicinas, jeringas, oxímetro para medir la respiración y la saturación de oxígeno en la sangre, termómetro, etc., con la enorme complicación de no poder movilizarse libremente pero, además, por la falta de recursos.

La máxima prioridad en adelante es la de atender al familiar afectado por tal situación, como así también, sufrir en carne propia las consecuencias de que el Covid-19 haya tocado a tu puerta…

Dolores de cabeza, garganta o cuerpo; fiebre; pérdida del olfato y del gusto; dificultad en poder respirar, se convierten en un drama verdaderamente duro. No se duerme, no se descansa más, hay que estar atentos a cada nuevo suceso, lo que resulta extenuante.

En medio del sufrimiento se amontonan las llamadas telefónicas y posts por Facebook y WhatsApp, de gente que quiere ayudar, justo cuando no hay ni el tiempo ni las fuerzas para contestar, pero…¡es ahí cuando se conoce a los amigos, a los amigos de verdad!

Sin embargo, de lo malo siempre puede salir algo bueno: cuando postrado en cama el hombre se da cuenta de su debilidad; cuando asustado como está por lo que vive; cuando en la soledad de sus pensamientos siente que todo se desmorona y que no puede más; entonces recurre al último recurso de alzar sus ojos al Cielo e invocar a Dios su socorro, confiando que no se lo negará. Entonces recibe paz en su corazón, por la certeza de que ¡ángeles espirituales y ángeles de carne y hueso, vendrán en su auxilio!

(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional

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