Cañonazos de Plata

Tomo el título para este artículo de una columna de Gonzalo Chávez publicada en Los Tiempos el 29 de marzo de este año. En esa oportunidad él hablaba de grandes y ambiciosos planes económicos con “políticas monetarias y fiscales expansivas” para impulsar desde el Estado la oferta y la demanda, la producción y el empleo, tanto en lo inmediato, como en una visión de largo plazo. Demandaba “un paquete de por lo menos 6.000 millones de dólares entre diferentes programas de soporte a las personas y a las empresas”. Esas líneas traen a la mente los términos de la nueva teoría monetaria.
Un tono distinto encuentro en su artículo El árbol mágico de dinero del Estado (publicado en este periódico el pasado 23 de noviembre). Tal vez hay un giro en su posición teórica o las nuevas condiciones políticas exigen otras medidas que, lamentablemente, no las descifra. Que las causas de su cambio de enfoque sean esas u otras no es de mayor relevancia. Lo central de este último artículo no radica ni en lo teórico ni en lo político.
Lo angustioso, tratándose de un analista de la talla de Chávez, es que hoy revela, en el centro de sus argumentos, la inviabilidad de la economía y de la sociedad bolivianas. Más allá de los mitos que ataca Stephanie Kelton, que para Chávez parecen ser propios del Norte, ahora nos dice que esos déficits del 15% o 20% respecto al PIB –defendidos en marzo– son una tentación para los corruptos. Más aún, al hablar de “historias de inflación asociadas a desequilibrios fiscales y devaluaciones de la moneda local” ¿nos podemos dar la libertad de pensar que nos está alertando de un retorno de los “traumas (…) tatuados con sangre en los imaginarios colectivos nacionales”? ¿Pueden los demonios del pasado desatarse si la fórmula que nos sugería en marzo se aplica ahora?
En marzo nos hablaba de la posibilidad de aumentar el déficit fiscal, hoy nos previene de que “déficits públicos elevados, descontrol cambiario y expansión monetaria” conducen a que los diablos huyan de los sortilegios que encierra la moneda local y atrapen los billetes verdes o que satanás convoque “tempestades inflacionarias”.
No me interesa mucho qué teoría se defienda o menoscabe, o a qué personaje se encumbre o defenestre. Particularmente, considero que los momentos económicos exigen respuestas que deben salir de la gran caja de herramientas con la que los economistas contamos. Entre marzo y noviembre, lo evidente es que la economía boliviana está en peores condiciones ahora que hace nueve meses. Los bombazos de dinero, circulante por regadera, o quantitative easing es lo necesario y recomendable para esta economía en recesión.
Una condición de desaceleración de la actividad económica, que se evidencia desde el fin del auge de las materias primas en 2014, se traduce en la caída de la producción, gradual primero y acelerada después, por causa de la pandemia. Lo que se muestra ante nuestros ojos es que la industria manufacturera tiene una gran y creciente capacidad ociosa, los comercios desvisten sus atractivas vitrinas en cada cuadra de las principales ciudades del país. En las pequeñas ciudades “no hay cambio” para un billete de Bs 50. Sin duda el desempleo crece y las billeteras se vacían. La gente dice “no hay circulante”.
Que si lo dice Kelton o ya lo dijo Keynes, y ahora los keynesianos no se ponen de acuerdo, no es lo más relevante frente a lo que nos muestra la realidad. Lo importante radica en sugerir las políticas que las circunstancias exigen. Ciertamente, no somos la economía japonesa que puede darse el lujo de años de déficit fiscal y bajas –o incluso negativas– tasas de interés. Me interesa más analizar qué es lo que se puede hacer con la política económica para reactivar nuestra economía. Por cierto, una política que no siga las pautas de los bonos de hambre e intentos insensatos de reducir el déficit fiscal. Hay una ceguera inducida en esas fórmulas que no permite concebir que en Bolivia, economía pequeña y pobre, lo que debe guiar la reactivación de la economía es un déficit de 15% o 20%. La tasa del 3% fue la fórmula para los países que constituyeron la Unión Europea a finales del siglo XX y comienzos del XXI.
La economía boliviana hoy requiere de los cañonazos de plata que Gonzalo Chávez aconsejaba en marzo. Y no es que en marzo estábamos con un gobierno mejor o peor que el actual, o que lo que podía venir con las elecciones era angelical. Se trata de exponer las líneas centrales de las políticas económicas que pueden reconducir la economía para que no se encamine a un desastre aún mayor. No hay ángeles en la política y, para el caso, tampoco en la economía. Creo que se trata de que el actual gobierno, por milagro, casualidad o algún atisbo de independencia frente al anterior gobernante, pueda hacer lo que debe hacer para no transitar por los trillados caminos por los que este país y su economía transitaron ya tantas veces.