Afganistán: “Una derrota de la civilización”
«La vuelta del talibán al poder en Afganistán es una alerta más al mundo sobre la explosiva combinación entre política y religión, y comprueba que, 20 años después del 11 de septiembre, el fundamentalismo continúa siendo una amenaza para la humanidad», sostiene una importante revista en relación a tan terrible suceso que tiene espantados a muchos ante los graves acontecimientos en curso (“Una derrota de la civilización”, Revista Veja No. 33, 25.08.2021).
Los talibanes han tomado el control de Kabul implantando el Emirato Islámico de Afganistán, dice Veja, dando cuenta que miles de afganos tratan de huir de su país, temiendo lo que les depara la implantación de la Ley Sharía.
Mientras la Asociación Revolucionaria de las Mujeres de Afganistán (RAWA) informa sobre las nefastas consecuencias de aquella ley en contra de las mujeres, a decir de los talibanes la misma apunta a tener “mujeres sacrosantas”.
Si la lista de 29 restricciones elaborada por RAWA es cierta, entonces se viene un verdadero infierno en vida para las mujeres, a saber:
No trabajar fuera de su casa, salvo algunas doctoras y enfermeras; no salir sin estar acompañadas de su mahram (padre, hermano o marido); no negociar con hombres; no recibir atención médica de varones, solo de unas pocas médicas o sanitarias; no recibir educación; vestir obligatoriamente un velo (“burka”) ocultando su rostro y todo su cuerpo; recibirán azotes, palizas y abusos verbales, si no usan el burka o si salen sin su mahram; si muestran sus tobillos, serán azotadas en público; si tienen relaciones sexuales extramatrimoniales, serán lapidadas; prohibido usar cosméticos, ni siquiera pintarse las uñas; no hablar o dar la mano a hombres que no sea su mahram; no reír en público (ningún extraño debe oír la voz de una mujer); no usar zapatos de tacón (un varón no debe oír los pasos de una mujer); no podrán subir a un taxi sin la compañía de su mahram; prohibido salir por radio, televisión o estar en reuniones públicas; prohibido practicar deportes o ir a un centro deportivo; prohibido manejar bicicleta o moto; prohibido vestir ropas de colores vistosos (por ser “sexualmente atractivos”); prohibido reunirse en festividades o por recreación; prohibido lavar ropa en ríos o plazas públicas; ninguna calle, plaza o avenida podrá llevar la palabra “mujer”; prohibido asomarse en balcones o ventanas para ser vistas; las ventanas deben ser opacas para que no se mire a las mujeres; los sastres no podrán tomar medidas a la mujer ni elaborar ropa femenina; prohibido usar baños públicos; prohibido utilizar medios de transporte para hombres; prohibido vestir pantalones acampanados, aún bajo el burka; prohibido fotografiar o filmar a mujeres; prohibido publicar imágenes de mujeres en revistas, libros o en cuadros (“Las 29 prohibiciones de los talibanes a las mujeres”, abc.es, 19.08.2021).
Pero, las exquisiteces del talibán no acaban ahí: según la indicada nota, toda la población afgana no podrá escuchar libremente música, ver películas, televisión o vídeos; además, quien no tenga un nombre islámico, se lo deberá cambiar; los jóvenes tendrán que raparse la cabeza y todos los varones, vestir indumentaria islámica y gorra, además de no poder rasurarse o recortarse la barba, la que deberá medir al menos un puño por debajo de la barbilla.
Una derrota de la civilización, ciertamente, el tener que convivir con regímenes como éste, así como con gobiernos que por no tener en cuenta a Dios, por no tener entendimiento o importarles un comino la existencia de leyes superiores, justifican el dominio del hombre sobre el hombre o, peor aún, denigran y maltratan a la mujer a vista y paciencia de quienes se precian de ser civilizados.
¿De qué sirvió a la Humanidad llegar a la Luna o a Marte, cuando semejantes actos barbáricos ocurren y -a cuenta de ser parte de una cultura– son tolerados pese a que no hacen, sino, reducir a la mujer a una condición infrahumana? El mundo va de mal en peor, como está escrito que sucedería en estos tiempos…