Del Rendimiento al Crecimiento: El Cambio Cultural que Impulsa Resultados
En la encrucijada de la competitividad empresarial, las empresas se enfrentan al desafío de obtener más de sus empleados en un entorno complejo y volátil. La presión sobre los empleados ha aumentado, generando temores y comprometiendo su capacidad. Aunque la respuesta instintiva podría ser centrarse en el rendimiento, líderes innovadores están descubriendo que construir una cultura de crecimiento puede ser la clave para impulsar resultados más saludables y sostenibles.
La cultura de una organización se teje a partir de las creencias que guían el comportamiento de las personas. Las organizaciones de aprendizaje clásicamente han priorizado el conocimiento y la experiencia. Sin embargo, una cultura de crecimiento verdadera va más allá, abordando cuestiones más profundas relacionadas con cómo las personas se sienten y actúan. En este enfoque, el énfasis recae en desarrollar la capacidad para reconocer las propias vulnerabilidades, defectos y puntos ciegos, generando un ambiente donde la autenticidad y la transparencia son tan cruciales como el conocimiento.
Crear esta cultura implica una combinación de componentes individuales y organizativos. Los líderes desempeñan un papel crucial al establecer un entorno seguro, siendo modelos a seguir de vulnerabilidad y asumiendo la responsabilidad personal por errores. La atención se centra en el aprendizaje continuo, fomentando la indagación y la curiosidad en lugar del juicio y la autoprotección. Se promueven experimentos con nuevos comportamientos para desafiar las suposiciones sobre el cambio y se establece un flujo constante de retroalimentación en toda la organización.
En contraste con las culturas impulsadas por el rendimiento, donde el éxito y el fracaso son extremos, una cultura de crecimiento aborda los fracasos y las deficiencias como oportunidades fundamentales para aprender y mejorar. Los resultados siguen siendo cruciales, pero la diferencia radica en cómo se manejan los desafíos. Esta perspectiva más equilibrada no solo impulsa el crecimiento individual sino también colectivo.
El viaje para implementar esta cultura puede ser intenso, pero los resultados son notables. Ejemplificamos esto en mi propia empresa después de una fase de cambios tumultuosos. Al enfrentar tensiones entre empleados antiguos y nuevos, optamos por iniciar con un equipo de líderes dispuestos a enfrentar la verdad de manera transparente. A través de feedback anónimo, discusiones y experimentos, iniciamos el viaje hacia una cultura de crecimiento.
La lección fundamental es que, al igual que un niño que se aventura en el mundo, necesitamos un equilibrio entre desafíos y apoyo para impulsar nuestro crecimiento. Enfrentar demasiados desafíos continuos sin garantías abruma, pero permanecer en la zona de confort inhibe el crecimiento. En última instancia, una cultura de crecimiento busca ese delicado equilibrio, donde el desafío y el cariño coexisten, impulsando el éxito sostenible en las organizaciones modernas.